Imagina un mundo asustado, bajo amenaza: cambio climático, terrorismo, dogmatismo religioso… Resulta familiar, ¿verdad? Bien, ahora imagina que la natalidad desciende dramáticamente en todo el planeta. Es un castigo divino, afirman los fanáticos devotos, hay que tomar medidas. Dan un golpe de estado y convierten Estados Unidos en Gilead, un país donde los hombres mandan con una arma en una mano y una Biblia en la otra y donde las mujeres fértiles son convertidas en criadas cuyo único fin es dar hijos a las familias dominantes. Un país donde las mujeres pierden su identidad y tienen prohibido leer, no pueden salir solas a la calle y se las mutila si incumplen la ley, donde se persigue a los homosexuales y se ahorca públicamente a los que disienten con el régimen.
Tal es el inquietante punto partida de “El cuento de la doncella”, la serie de televisión basada en la novela, de Margaret Atwood, quien por cierto hace un discretísimo cameo en el primer capítulo. La historia empieza in media res y se desarrolla combinando narración en presente con flasbacks, siempre añadiendo matices, ampliando tramas. Uno tiene la sensación de que no debería contar más, solo animar a ver este drama distópico que asusta porque te lo crees, porque no parece tan lejano; una historia milimétricamente contada, con una fotografía intimista que te hace sentir la asfixia de la protagonista. Y aquí toca ponerse de pie porque todo el reparto femenino está impecable, pero destacan especialmente Elisabeth Moss e Yvone Strahovski en unos papeles que sin duda marcarán su futuro.